La Voz de Galicia

Convertido en uno de los mayores exponentes de su cuerda, el contratenor argentino Franco Fagioli (San Miguel de Tucumán, 1981) regresa este miércoles (20 horas) a A Coruña para protagonizar la ópera de Haendel Ariodante junto a la orquesta Il Pomo d’Oro dirigido por George Petrou. Será en versión concierto, en el Teatro Colón y dentro de la programación lírica promovida por Amigos de la Ópera.

—¿Qué balance hace usted del auge de la figura del contratenor en las últimas décadas?

Es absolutamente positivo. Poco a poco la cuerda del contratenor, los cantantes sopranos y altos (como a mí me gusta llamarlos) y su técnica de canto han tenido un gran avance. Los límites han ido desapareciendo en cuanto al repertorio que pueden interpretar y lo que se espera de ellos.

—¿Cómo resumiría su evolución vocal?

Empecé cantando en la escuela y en un coro de niños. Las sensaciones de aquella época vuelven siempre a la memoria. Estudié canto con maestros que no eran especialistas en contratenores. Hoy se suele pensar que el contratenor necesita algún tipo especial de formación vocal. No lo creo así: como cualquier otra voz, debe aprender la técnica vocal y acercarse a la escuela vocal que quiera seguir (en mi caso, la escuela belcantista). Estudié primero con una soprano, luego con un barítono, y nunca se me trató como una voz especial. Fui el primer contratenor en ingresar al Instituto de Ópera del Teatro Colón de Buenos Aires, donde aprendí la técnica de la escuela italiana. Mi evolución persigue esa escuela, lo que a mi modo de ver definiría el uso de la palabra contratenor; el uso de la palabra soprano o alto también en un hombre. El contratenor tiene sus raíces en el canto eclesiástico. En la época de Haendel existían tanto los contratenores como los castrati. El castrato estaba formado en la escuela del canto italiano y el contratenor era el falsetista que cantaba en coros de música religiosa o los oratorios. Hoy en día cabría estudiar, dentro de los contratenores, qué escuela de canto persigue cada uno para que las nomenclaturas puedan ir cambiando. Se habla de sopranistas para referirse al hombre que canta con voz de soprano. A mí se me llama contratenor, pero también canto en el registro de soprano el repertorio barroco. La nomenclatura parece azarosa. Cabría estudiarla de nuevo de acuerdo con la escuela de canto que persiga cada cantante. En mi caso, la técnica de canto italiana, el belcanto, como lo que hacían los castrati: cantantes italianos que cantaban la ópera italiana.

—De cara a la posibilidad de ampliar repertorio, ¿qué metas se propone en un futuro?

—Me interesa abordar sobre todo repertorio italiano. En ese repertorio están las óperas haendelianas, siempre una escuela de canto, y también las composiciones de los napolitanos: compositores que trabajaron conjuntamente con los castrati. Tuve la posibilidad de ir descubriendo títulos como ArtaserseCatone in Utica o Alessandro nell’Indie y es siempre un placer trabajar esa música. También amo el repertorio mozartiano y el rossiniano: pude cantar algunas de esas composiciones y quiero seguir adentrándome en Mozart y en Rossini, que tuvieron sus colaboraciones con los castrati. Algunas cosas del repertorio barroco español también me interesan: aunque el castrado en la música teatral no fue muy requerido, hay óperas y zarzuelas de repertorio español que me interesaría explorar.

—Mantiene una colaboración fluida con la orquesta Il Pomo d’Oro, ¿qué se aportan mutuamente?

—Con Il Pomo d’Oro nos conocemos hace tiempo ya. Recuerdo la grabación del álbum Caffarelli, nuestra primera colaboración, tan exitosa y agradable. Es una gran orquesta, es un aprendizaje trabajar con ellos. Son músicos increíbles y hay una gran conexión. Hemos hecho recitales y varios proyectos juntos. Con George Petrou es un placer trabajar y sacar adelante este Ariodante.

—¿Qué retos le plantea el personaje de «Ariodante»?

—Le tengo especial cariño. Me gusta mucho y se adapta muy bien a mis posibilidades vocales. Está escrito para Carestini, grandísimo cantante de aquella época para el que se escribieron muchos roles que también he cantado. Es un caballero que retorna a su reino con la esperanza de tener una vida feliz, pero las cosas se complican un poco por celos y demás. Tiene un desarrollo vocal muy bonito: empieza con esperanza, tiene su parte dramática y su final feliz. Vocalmente es muy exigente: tiene partes líricas, partes ágiles… Pero si algo reconozco en la música para Carestini es la elegancia que tenía al cantar: se transmite en la música escrita. Es un placer interpretar Ariodante y transitar las emociones del personaje.